Pero bueno, empecemos con Karin!!!
KARIN
Karin.
Una niña de trece años harta de su vida. Vive con sus horribles
padres, que la tratan fatal y pasan de ella y encima, no la dejan
hacer nada. Un día decide que esto debe acabar, y junto a sus amigas
Klette y Hoon, se escapan e inician su nueva vida. Pero las cosas no
van a ser tan fáciles como pensaban para ellas...
CAPÍTULO
1: LA FUGA
Sin
comida. Sin ropa que llevarme. Sin ningún objeto útil que poder
llevarme, pues mi habitación estaba prácticamente vacía. Sin lo
que una persona en su sano juicio llamaría “plan”. Entonces,
¿cómo demonios me iba a escapar de casa?
¿Escaparse
de casa? Sí. Tengo motivos...
Bueno,
para empezar, me llamo Karin, y tengo trece años. Vivo con mis
padres en Kensterney, una pequeña ciudad donde nunca hay nada que
hacer. Voy al colegio, tengo dos mejores amigas, Klette y Hoon.
Nombres raros, ¿verdad? Bueno, Karin tampoco es para tirar cohetes.
A
simple vista parece una vida muy normal. ¿Por qué quiero escaparme
de casa? Pues hay una razón: mis padres.
Mis
padres nunca han querido tenerme. Ya... sabes a lo que me refiero,
¿no? Un mal principio. Esto les fastidió enormemente pues tendrían
que cargar conmigo durante años y años. Por eso nunca me han
querido. A excepción de mis únicas amigas Klette y Hoon, nunca
nadie me ha querido. Su trato conmigo es increíblemente frío, como
si hablaran con un desconocido, en vez de con su hija. Siempre se
encierran en el sótano y se pasan ahí todo el día, como si no
hubiese nadie más viviendo en la casa. Me pregunto qué harán allá
abajo. Solo salen para darme la comida y despertarme para ir al
colegio. Si no tuviese a mis dos amigos, mi vida sería de suicidio,
porque mis padres nunca me dejan hacer nada. Nunca salgo con mis
amigas, y creo que con trece años ya es edad más que suficiente.
Cualquier proposición para divertime es un NO rotundo. Y me exigen
unas notas brillantes, y yo no es que estudie demasiado. Además, si
les falto el respeto, me sueltan una bofetada. Por eso mi trato con
ellos se limita al “buenos días” y al “buenas noches”. No,
no me caen nada bien.
ASI SON MIS PADRES. SIEMPRE DE FIESTA
Ya
estoy harta de vivir en estas condiciones. He decidido escaparme. Y
no volveré jamás. Pero, ¿cómo? Mis padres no me dejan atacar a la
nevera y nunca me han regalado nada... Bueno, les pediré ayuda a
Klette y a Hoon.
Me
dirijo con sigilo al salón y marco el número de Klette.
- ¿Mmmm?
- Hola, Klette.
- ¿A qué viene llamarme a estas horas? ¿Estás troná, tía?
- Necesito ayuda.
- ¿Qué passa ahora, plasta? –me espetó Klette, que cuando tiene sueño no hay quien la aguante. Realmente, en ningún momento.
- Yo... me voy a escapar.
- ¡Bah! Eso nunca funciona.
- ¿Cómo que no?
- Un día vi por la tele que una tía se escapó de casa y aunque se fue a otra ciudad y se escondió en casa de una amiga, la pescaron, ¿saes? Y no te digo ese chico que en su intento de fuga se partió la crisma.
- Pero yo no tengo por qué ser así. Mis padres no se darán cuenta ni de que me voy.
- La poli te pillará. Y la cacho bronca que tus padres te echarán será para mear y no echar gota.
- Klette...
- Que no, ¿okey?
Y
me colgó sin más. Enfadada, llamé a Hoon esperanzada. Ella solía
estudiar hasta tarde y quizás no la pillaba tan malhumorada.
- ¡Hoon!
- ¿Qué pasa, Karin?
- Necesito tu ayuda.
- Dime.
- Me voy a escapar de casa...
- ¡A escaparte de casa! ¿Y adónde vas a ir?
- Me esconderé y tú y Klette me ayudaréis... Anda...
- Lo siento, Karin. Ahora mismo tengo muchas cosas que hacer. Hay un examen el jueves y tengo que sabérmelo.
- Pero, Hoon.
- Adiós.
Y
me colgó. Resoplé frustrada y me incorporé. ¡Qué amigas! Pues me
iba a escapar, ¡sin la ayuda de nadie! Y verían ellas lo bien que
me iba a ir.
Me
dirigí a la despensa y cogí un poco de mantequilla, zumo, leche y
una salchicha. Nunca había demasiados manjares en la despensa de mis
padres... Con ese botín y con unas galletas que cogí, me fui a mi
habitación y la metí estratégicamente en una chaqueta vieja que me
sirvió de hato. También me llevé un vestido viejo y algo de ropa
que metí en una bolsa del supermercado roída. Me miré al espejo de
mi cuarto y pensé... ¡Parezco una mendiga!
- Pues claro. Ahora soy vagabunda. Pero será divertido. Una vida sin padres... Sin mis padres. Correré un montón de aventuras. Incluso conseguir comida será una hazaña y habrá riesgo. A lo mejor hasta me persigue la poli. Jejeje.
Eso
me decía yo...
Pero
necesitaba algo más. Fui al salón y allí estaba. El móvil de
mamá. Era antiguo pero me servía para hacer llamadas. ¡Y el
cargador! Con eso llamaría a Hoon y a Klette. Intenté buscar algo
de dinero pero fue inútil. Como comprenderá todo el mundo mis
padres no iban a dejar 500 pavos así como así encima de la mesa.
Pero mis ahorros de toda la vida eran 23 euros. No estaba mal...
Luego
me acordé de los vándalos de la calle.
En mi nueva y trepidante
vida de peligros a lo mejor me topaba con más de algún loco de la
calle. En mi dura vida iba a necesitar armas. Fui a la cocina y esta
vez sí logré mi objetivo. Cogí dos enormes cuchillos de cocina
casi tan largos como mi brazo.
Mi padre era un poco psicópata y
sentía una gran pasión a las armas de todo tipo, cuchillos
gigantescos, pistolas, escopetas, metralletas. Tenía una colección
secreta con todo tipo de armas. Me pregunto de dónde las sacaría.
Pero... aunque había oído hablar a mi padre de sus armas, jamás me
había dicho dónde se encontraban. Necesitaba algo más que un
cuchillo. De todos modos seguía siendo una niña indefensa a merced
de unos malvados depravados de la calle.
Busqué
por toda la casa sin cesar y me dejé caer rendida en la alfombra del
salón. Al caer me hice muchísimo daño.
- ¡Ay! Pero, ¿qué es esto? – me dije.
Era
como una especie de saliente metálico debajo de la alfombra.
Emocionada, la levanté, y... ¿qué vi? ¡Una trampilla! ¿Adónde
dirigiría? Cuando la vi, vi que no dirigía a ningún sitio. Apenas
era profunda pero en su interior había una llave. ¡Claro! La llave
de la puerta donde se encontraban las armas de mi padre. Puertas,
puertas... pensé. ¿Dónde demonios había puertas en mi casa!
Entonces me acordé. De esa puerta.
Estaba en el sótano. Muchas veces había preguntado hacia dónde
daba esa misteriosa puerta. Mis padres, molestos, siempre contestaban
que no iba a ningún lado, que detrás de ella había una pared.
Entonces pensé que quizás... me habían mentido.
- Ya sé lo que hacer. Cuando estén durmiendo, iré con una linterna abajo y abriré la puerta. Cogeré una pistola rápidamente y me daré la fuga.
Esperé
pacientemente al anochecer, y cuando mis horribles padres se fueron a
dormir, entré sigilosamente en el sótano. Estar allí era
perversamente emocionante para mí. Siempre me prohibían entrar.
Creo que solo entré en esa habitación unas 10 veces no más. Era la
habitación de mis padres. Allí se pasaban la vida juntos. Hacía
meses que no entraba. Pero también por otro lado era peligroso. Si
me pillaban con una pistola... Adiós mi nueva vida de vagabundo. Me
lo jugaba todo, pero la ventaja era que con unas buenas armas sería
invencible.
Avancé con sigilo dentro de la estancia. Estaban los dos profundamente dormidos. Di mi primer paso. Crrrrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjrrrrrrrrrrrrr
- ¡Madre de Dios! ¡Qué maldito ruido! –pensé.
Con
solo un paso había hecho un ruido tremendo. Oí como mis padres se
revolcaban en la cama, pero no despertaron.
Otro
paso. Crrrrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjrrrrrrrrrrrrr
Con
sigiloooo....
Crrrrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjrrrrrrrrrrrrr
Ya
llegamos, vengaa...
Crrrrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjrrrrrrrrrrrrr
Más
sigilosamente, solo...
crrrrrrrrrrrrrraaaaaaashhhhcatamchimpumplasssshhhh!!!
- ¡UAAHHH! –pensé y quise gritar– ¿Qué... he hecho? Ha sonado como si rompiera un jarrón y derramara agua... No, es que es eso lo que he hecho.
- Ahhhh... Agua... agua... zzzzzzzzzzzz. –oí mascullar a mi padre.
Mi
madre se revolcó en sueños pero siguió frita. Pensé, menudo sueño
más profundo tienen estos dos. Había hecho mucho ruido y roto un
jarrón pero seguían dormidos.
Avancé
todo lo sigilosamente que pude haciendo muchísimo ruido. De repente
tuve una horrible sensación. Tenía que... ¡¡estornudar!! ¡NO!
¡AHORA NO! Pensaba desesperada. Pero no podía evitarlo. Cada vez se
me cerraban más los ojos cada vez me picaba más la nariz y...
- ¡Achúuuuuuus!
- ¡EH! –gritó mi padre, furioso.– ¡QUIÉN ANDA AHÍ!
Tuve
pánico. No podía ser... ¿Me habían descubierto?
- ¿Qué pasa contigo, Jose Luis? –dijo mi madre adormilada.
- He oído una tos. No estamos solos, Celeste...
- ¿Y por eso gritas así? Habré sido yo... O tú y te has despertado a ti mismo. Duérmete otra vez y calla.
Se
volvieron a dormir. Jamás quise tanto a mi madre en mi vida. Esperé
algo así como una hora y volví con mi operación. Ya estaba casi
cerca de la puerta. La toqué, metí la llave, y se abrió. Me metí
en una gran habitación, que era... el paraíso de las armas de mi
padre, sin duda.
- ¡Cielos...! ¡Lo que hay aquí! –me dije para mí misma.– Toda una pared con escopetas de todo tipo... ¡Y aquí hay balas! ¡Un montón de balas! Y mira, ¡hasta hay dianas para practicar el tiro!
Me
sentía eufórica. A lo mejor después de todo sí que me parezco en
algo a mi padre.
Seguí
inspeccionando y descubrí un arma eléctrica de esas pequeñitas de
mano. Un electrocutante
o aturdidor
eléctrico
como los llamo yo. Sería muy útil. Me la guardé en el bolsillo del
vestido. También cogí una pistola pequeña pero práctica y una
buena munición de balas.
- Con esto nadie me volverá a toser. Electrocutantes, machetes, cuchillos, pistolas... Parezco una terrorista.
Entonces
la vi.
VI
A LA BOMBA.
La
reconocí al instante. Era la bomba ZZBOOM303. No era enorme, ni
devastadora, pero servía para defenderse en ocasiones desesperadas.
Con solo tirarla al suelo violentamente soltando una anillita, se
montaría una buena. La miré con deseo y la cogí. Solo había una.
- Lo siento papá, pero creo que me la llevo. Probablemente sea tu más preciado tesoro, pero a mí... eso me da igual. Haberme tratado mejor en el pasado.
Más
satisfecha no podía estar. Salí del sótano y llegué a la puerta
de casa. Con todo mi equipaje, salí fuera, a la calle. Me encontraba
fuera. ¡Fuera de mi casa!
- Este es mi momento. Ahora debo huir. Jamás me volveréis a ver, papás...
Más
sola que la una, empecé a caminar por la desierta calle de
Kensterney. Para irme de allí... de ese asqueroso pueblo...
Y
no volver jamás.
TO BE CONTINUED...
Quizás suba otro capítulo la semana que viene, ya que no lo tengo escrito y no tengo mucho tiempo, dado que el lunes 8 me voy de vacaciones a Cantabria... Durante ese tiempo que esté allí no sé si podré hacer nuevas entradas... En fin. Subiré la otra historia y más que tenga por ahí.
Sube el siguiente capítulooo!!! No puedo esperar más xD
ResponderEliminarTranquilaaa! Ahora tengo un poco más de tiempo libre así que quizás me ponga a ello... No sé muy bien cómo continuar la historia pero lo intentaré!
EliminarMe encantó *o*
ResponderEliminarGracias!! <3
EliminarMe encanta cómo comienzo historias y no las termino nunca. Este relato lo improvisé, y claro, ahora no se me ocurre qué puede pasar después